Cuando llegué a casa tenía tanta hambre que lo primero que hice fue ir al frigorífico y empezar a cocinar un jugoso filete y unas crijientes patatas. La boca se me hacía agua solo de verlo ¡QUÉ OLOR! ¡QUÉ RICO! Me senté delante del plato, por fin me iba a dar un festín. Sonó el teléfono, me levanté sin ganas y contesté. Era mi madre, no le di mucha conversación y colgué.
Me senté de nuevo y volvieron a llamar.
Era mi hermana.
Cuando por fin volvi a sentarme, llamaron a la puerta, era el cartero con un certificado.
Pensé: no vuelvo a levantarme hasta que termine de comer, y cuando volví a entrar mi perro salió de la cocina relamiéndose.

1 comentaris:

Unknown dijo...

Está bien escrito y respeta muy bien la estructura del microrrelato. Consigues transmitir la sensación de agobio y el final pone la nota de humor.