Ves un día cambiar el color de las hojas, ya no ves los pájaros de cada mañana ni oyes sus cantos que, en ocasiones, solían calmar tus ansias, pero, en cambio, sientes y observas las hojas que caen de las copas de los árboles, el aire es frío, tiene un olor especial, te das cuenta de que algo pasa y… tú ahí, sentado en el fin del mundo, dejando que el tiempo te dé una respuesta, y al fin te la da. Ya es otoño.

1 comentaris:

Unknown dijo...

Es un microrrelato muy bonito, Cristina. Muestras una gran sensibilidad. ¡Es uno de los pocos cuentos que tiene como motivo el paisaje! Me ha gustado mucho.