Como cada tarde, cojo mi guitarra y voy al local que tengo alquilado para ensayar canciones sin molestar a los vecinos.
Al llegar, me siento en una silla y me quedo mirando el local, como si me faltara algo.
Abro la funda de la guitarra y me llevo un sorpresa. ¡Mi guitarra tiene las cuerdas rotas! Miro dentro de la funda y me encuentro un ratón acabando de mordisquear el resto de las cuerdas. Lo cojo y lo tiro. Ahora tendré que llevar la guitarra a arreglar y otro día sin ensayar.

1 comentaris:

Unknown dijo...

Bien escrito. Le das al relato un ritmo lento en la primera parte, y a partir de una anécdota consigues una historia. El final parece un comienzo de otra historia.