Un día que iba por la calle se me ocurrió una cosa que llevaba tiempo queriendo hacer: poner un caramelo en la puerta de un colegio a la hora de la salida.
Voy a casa, cojo el cronómetro y un caramelo y me voy hacia la escuela.
Lo dejo delante y espero a que suene el timbre. Al abrirse las puertas y salir los niños aprieto el botón. El primer día tardan 10 segundos, supongo que porque no lo habían visto. El segundo día, 5 segundos. Y el tercer día, no me dio tiempo ni a apretar, que ya lo habían cogido. Vuelvo a poner otro y vuelve a pasar lo mismo. Voy hacia la esquina y veo a un perro comiéndose mis caramelos.
Conclusión: nunca dejes un caramelo delante de la puerta de un colegio, porque pueden cogerlo los niños. O los perros

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