Empieza el día, y el canto de los pájaros despierta al mundo con sus dulces voces. Me quedo una horita más durmiendo y después me voy a desayunar. Cuando acabo el desayuno, me voy a abrazar el sofá, que me recibe con sus cojines y su blandura. Cojo el mando de la tele y empiezo a hacer zapping. Ya es mediodía pero mis músculos me desobedecen y no quieren que me levante del sofá, así que le pido a mi madre que me traiga la comida. Al acabar el sueño golpea duramente en mi cabeza y me deja reposar en sus puertas. Empieza a anochecer y el sol me acompaña a la cama después de una dura jornada de trabajo. La luna aparece para darme las buenas noches.

Cuando el mal se avecina, nadie ni nada puede pararlo, ni una casa con más de quince años, ni un camión de mudanzas sin gasolina, ni todo el tráfico del mundo puede hacer que mi abuela cambie de opinión y venga a vivir a la casa de al lado.

Como cada año llega el día que todos los niños esperan, ese momento de locura y sorpresas llamado Navidad. Y como siempre justo la noche antes de abrir los regalos voy a espiar y adivinar qué regalos tendré este año. Bajo las escaleras silenciosamente y con mucho sigilo abro la puerta del salón. Me acerco al árbol de Navidad y, BINGO!!, ahí están los regalos sedientos de que los abran. Empiezo por el más fácil: un trozo del regalo sobresale porque está mal embalado, parece que es un LEGO para mi hermano pequeño. El segundo es el más grande, de hecho es exageradamente grande, diría que es una tele plasma. Y un regalito redondo no muy grande que brilla, está bastante lejos de mí, así que me acerco un poco para poder adivinar qué es y con mucha sorpresa descubro un cartel debajo que pone: "Te estamos vigilando y esta navidad por listo te quedas sin regalos" y entonces me doy cuenta, ¡ese regalo es una Webcam!