Tres amigos fueron a cantar a la iglesia, como cada domingo. Era una tarde nublada, a punto de llover. Hacía frío y mucho viento. Los tres chicos tenían doce años, eran los solistas principales del coro. Cuando acabaron las canciones, fueron a casa de uno de ellos. Pero estaba lloviendo con mucha fuerza, tuvieron que coger prestados unos chubasqueros amarillos, de la iglesia. Parecían de marinero, pero protegían muy bien de la lluvia. Tuvieron que andar mucho, pasaron frío, y al llegar a casa no tuvieron tiempo de quitarse el chubasquero, la sirvienta ya les había preparado un cacao caliente para los tres.
Helen Rodríguez, Libros

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